Nadie mentiría si dijese que ella habla poco, porque siente que tiene poco que decir.
Apenas acierta a juntar unas letras con otras para darles la voz,
O mucho menos coger el lápiz para darles asiento.
Su mirada joven y atrevida, te acerca a la edad que realmente tiene.
Pero las manos desgastadas y sufridas muestran los años que le arrebataron.
Aunque no fue a la escuela (por ser “ella” y no “él”), ni puede leer el diario,
Sabe cuando va a llover o cuando enferma el niño,
Igual que le sobró la fuerza para posar sobre su espalda y su juventud
Primero la infancia de sus hermanos y luego también la de sus hijos.
Siempre fue más esclava que mujer, más atenta que leída,
Ignorada y sometida, menos dueña, más humana.
Las costuras de la ropa que a menudo lleva encima,
No soportan más de un día el ajetreo de su vida;
Y aunque pobre y descuidada, y de ilusiones amputadas,
Es capaz de hacerle frente a la miseria y la apatía,
Transformando las carencias, la tristeza y la arrogancia
En una preciosa historia de dulce y tierna alegría.