sábado, 10 de septiembre de 2011

El barro que lastra mis pasos

Siguiendo las huellas que deja mi vida
De hartazgo y de rabia, de sueños de un día,
Embargo la ley del deseo y la risa
Y cargo a trompazos contra mi alegría.

Simulo que siento que todo es perfecto,
Que ante su avaricia ya no me revuelvo,
Y escupo en la cara de lo intrascendente
Robándome un tiempo que no se detiene.

La luna está ciega y enferma de amnesia;
El sol ciega al hombre aunque nadie se queja;
Si salgo a la calle vomito de histeria
Y su Dios pinta de oro lo que sólo es mierda.

Ya basta de cuentos y de apologetas,
Me bajo de un mundo que apesta a miseria;
Y agarro una piedra y la lanzo certera
Contra los cristales de vuestra indolencia.

A pesar del enfado, del odio y del llanto,
Mañana en silencio me arranco en el canto.
Y es que al caminar, deprisa o despacio,
Me zafo del barro que lastra mis pasos.

Canción Intencionada

Intenta fijar la cabeza.
Se te está resintiendo el alma
De tanto giro brusco del cuello.
Procura quitarte la ropa,
Desnuda de todo
Te sobran las penas.
No busques apoyo en los días
Que no valoraron
Tus noches de entrega.
No vale la pena la vida
Que no se detiene a querer
Por si enferma.

Mas no busques en estas palabras,
Un canto imparcial
Ni un ingenuo poema.
Reconozco que quiero rozar
Tu trasero, tu espalda,
Tu hablar, tu cabeza.
Y sin firmas ni ganas de dar
Sentido al impulso
Que agita mis venas,
Te invito esta noche a jugar
A un juego que sepa
Saltarse las reglas.

Desparramando...

Tengo los sueños estirados de un lado al otro de la habitación.
El cuerpo relajado,
mis brazos colgando de los lados de la cama.  
El roce con las sábanas me excita,
si imagino que tus dedos van subiendo por mis piernas,
abriéndose camino entre el pudor que ya nunca nos visita.

Y entonces me revuelvo, doy mil vueltas
y mis ojos, mi cabeza y yo, todo entero,
vuelvo a estar rozándote la espalda,
buscándote los agujeros.
Comiendo alegrías y placeres,
camino entre tu oreja y tus pezones.

Las caricias van bajando poco a poco, suavemente,
deslizándose mis dedos sin respeto
hasta llegar por fin al encuentro 
con la esencia en la que albergas mil mujeres.

La expresión de tu cara,
tus labios desgarrados,
los ritmos se aceleran,
formo parte de tu cuerpo.
Entro y salgo, te respiro, me retuerzo.

Y es que de tanto susurrar y susurrarnos,
de tanto disfrutar y disfrutarnos,
se nos acabó desparramando el sexo,
reventando nuestros miedos de placer.